Los eventos extremos de este verano de 2022, nos deben hacer reflexionar más allá de lo que pase durante el nuevo año hidrológico que empieza.

En un tórrido verano de récord, las consecuencias del cambio climático se han mostrado rotundas e intratables. Como si el planeta nos quisiera advertir, frente a la indiferencia de muchos, de que el tiempo corre en contra de quien no presta atención a sus señales de humo. Y es que el lenguaje de la naturaleza es tan directo como corporal. Sin eufemismos. Lo que ves es lo que hay.

Embalse de El Burguillo, Ávila. 17 de julio de 2022. Segunda ola de calor.
Centenares de bañistas se refrescan indiferentes a las dos grandes columnas de humo procedentes de un incendio forestal en el municipio de Cebreros. El fuego, que en un principio pareció controlado, arrasó finalmente 4.700 hectáreas y se extendió al pueblo vecino de Hoyo de Pinares.
Cuarenta y dos días atrapados en olas de calor
Junio, julio y agosto se convirtieron en el periodo estival más extremo de la serie histórica en España por duración, crudeza y expansión territorial.
Madrid Río, julio de 2022.
Cientos de personas se refrescan diariamente en las fuentes públicas de la capital para paliar los efectos del calor. Según la AEMET, la ola de calor de julio fue la más extensa, la más intensa y la segunda más duradera desde que hay registros.
Río Avia, Orense, Galicia. En diez provincias se batió récord absoluto de temperatura máxima de su serie histórica este verano. En Orense se registraron unos inéditos 44,1 grados.

Para los que no quieren mirar, traduciré algunas evidencias al lenguaje de las cifras: La reserva hídrica española por debajo del 32% de su capacidad. 42 días atrapados en olas de calor. Tres cuartas partes de la superficie del país en riesgo alto de desertificación. 290.000 hectáreas arrasadas por el fuego… Más claro, agua.

Más de 293.155 hectáreas arrasadas

Según los datos de Copérnicus (Sistema Europeo de Incendios Forestales) y el Ministerio de Transición Ecológica, 2022 es el año más devastador del siglo XXI, con más de 293.155 hectáreas arrasadas por las llamas.

Vecinos en pie de guerra frente a las llamas
Tres fallecidos y un total de 27.500 personas desalojadas de sus casas debido a unos incendios que cercan cada vez más las áreas rurales.
Aldea de Vilar, en la Sierra do Courel, Lugo
La Sierra do Courel en Lugo, sufrió el incendio más grande de la historia de Galicia con 13.000 hectáreas calcinadas. Cuarenta vecinos perdieron sus casas.
Pérdida de biodiversidad
Una colmena totalmente aislada tras resistir milagrosamente las llamas. La desertificación pone en jaque muchos ecosistemas que difícilmente se recuperarán.
Paisajes devastados
Agentes forestales supervisan las consecuencias de un incendio en los aledaños del municipio de Meira, Moaña, que puso en alerta a todos los vecinos del pueblo.
Sierra do Courel, Lugo,
un mes después del incendio que quemós más de 11.000 hectáreas en los municipios de Folgoso do Courel, A Pobra do Brollón y Quiroga.

Ríos de tinta se han escrito durante el verano sobre la situación de sequía. Las olas de calor, el estado de los embalses, los incendios, e incluso los cortes de suministro de agua, así lo exigían. Imposible hablar de otra cosa. Pero de nuevo, el verano da paso al otoño. Comienza el año hidrológico. Las primeras lluvias y el descenso de las temperaturas apaciguan los ánimos. Tormentas, DANAS, ciclogénesis explosivas… todo forma parte de la nueva estación, e inevitablemente, aunque no solucionan el problema hídrico, nos hacen pensar que el problema de la falta de agua está resuelto. ¿Cómo no hacerlo cuando uno ve ciudades inundadas, ríos desbordados o cultivos arrasados?

Cuatro horas y media de agua al día
Dos vecinos de Ribadavia, Orense, rellenan bidones de agua en una fuente pública para hacer frente a las restricciones de consumo aplicadas por el municipio. La España verde se ha visto especialmente afectada por los efectos de la sequía.
Ríos sin agua
La falta de agua se aprecia en los ríos de todo el país, en los que se pueden ver con claridad los límites de sus antiguos cauces y los niveles actuales.
Paisaje desértico en Murcia
La sequía ha afectado notoriamente al sector agrario. Multitud de cosechas se han reducido hasta la mitad debido a la falta de precipitaciones.
Embalse de Lindoso, Ourense
El descenso de la reserva hídrica ha ido dejando a la luz auténticas estampas del pasado. En la foto, un pueblo en perfecto estado de conservación ha emergido del agua como por arte de magia.

Esta paradoja no es más que otro llanto terrenal, otra queja planetaria diluida entre el ruido y la necesidad imperiosa de ver llover. Y es que hay precipitaciones que lejos de ayudar erosionan los suelos y generan destrozos, sin calar en los acuíferos o cicatrizar la agrietada tierra. El planeta se expresa y nosotros interpretamos su mensaje con más o menos acierto, en base a cómo nos afecta. Pero lo que es incuestionable es que el tono ha cambiado. Su acento se ha vuelto agresivo y su lenguaje más dramático. La espectacularidad de sus gestos es proporcional a su demanda. O nos ponemos en marcha y abrimos los ojos, o quizá lleguemos demasiado tarde para poner orden en casa.

Borrasca «Filomena» a su paso por la ciudad de Madrid, 9 de enero de 2021.
Borrasca «Filomena» a su paso por la ciudad de Madrid, 9 de enero de 2021.
Borrasca «Filomena» a su paso por la ciudad de Madrid, 9 de enero de 2021.

«No es la espacie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio»


Charles Darwin